1 de diciembre de 2167,
06:30.
Bip, bip, bip...
Apago el despertador de
un manotazo y me incorporo: parece un día como cualquier otro, pero
hay algo distinto. Un nerviosismo colectivo por los resultados del
Proyecto Éxodo flota en el aire como una bruma matinal. Habrá gente
que no quiera ir lo sé, yo mismo no querría, pero también hay
gente deseosa ir a otro planeta y formar parte de la expansión de la
raza humana por el universo.
Mientras me ducho,
desayuno y me visto, pienso en el proyecto: cada país podrá enviar
una nave-arca con capacidad de diez mil personas. No es mucho, pero
una cantidad más alta de personas requeriría un nivel de energía
que no podrían mantener más de diez años en hibernación, y las
naves no están preparadas para hacer vida en ellas.
En cada una hay los
materiales necesarios y comida suficiente para mantener a todos sus
ocupantes durante un par de años, pero la energía ha sido lo que
nos ha traído de cabeza todo este tiempo. ¿Qué quién soy yo? Soy
el hijo del doctor Marvin Spencer, el creador de la idea de la
nave-arca. Mi nombre es William Spencer, y he seguido el legado de mi
padre, que nos dejó hace seis años, enfrentándome a cada retraso y
reto que nos surgía. Al menos, hasta hoy.
Ahora, bajo mi mando, el
proyecto ha finalizado, y esta misma noche, anunciaremos quienes son
los afortunados que entrarán en los anales de la historia de la
humanidad como colonos de otros planetas.
Dicen que me parezco
mucho a mi padre, aunque no se si eso es cierto, siendo yo alto y
rubio cuando mi padre era más bien bajito y moreno. Saqué los genes
de mi madre, natural de Suecia, incluso tengo sus ojos turquesa,
aunque de poco me ha servido eso con las mujeres. Todas ellas
terminan dejándome por mi entrega total al trabajo que realizo. Creo
que no se dan cuenta de que intento darle una segunda oportunidad a
la humanidad.
A pesar de que tengo
dinero suficiente como para vivir en una mansión, vivo en un pequeño
apartamento en el centro de la ciudad de Nueva York, cerca de la sede
del proyecto. Hoy, como todos los días, salgo del edificio y cojo el
metro.
Bajo tierra está casi
tan abarrotado como sobre ella, pero el agobio es mayor. Los
trayectos son cortos, por la velocidad del tren, pero no hay
asientos. Todas las mañanas veo gente sentada en las escaleras que
dan al piso superior del vagón, o apoyados en las paredes, medio
dormidos y me alegro de mi capacidad para sacudirme el sueño de
encima.
El transporte en vehículo
privado se prohibió hace más de treinta años, lo que llevó a las
empresas que los fabricaban a la bancarrota. Y así habrían
permanecido, de no ser porque les ofrecimos construir el chasis de
las naves-arca.
Tan grandes como el
propio Central Park, y el doble de altas que el Peace Simbol de
Pekín, la mayor estructura jamás construida con más de 1400 metros
de altura, cada nave-arca, además de los pasajeros, guarda ya todo
lo necesario para que el proyecto salga adelante.
Del apartado tecnológico
se encarga Verian Tecnologies, la empresa líder en equipamiento para
naves estelares. Aunque no hayamos salido más allá de nuestro
sistema solar, hemos constatado el alto nivel de calidad de todo su
equipamiento, por eso les elegimos. Del apartado de las cápsulas de
éxtasis para la hibernación se encarga Criotec, formada a finales
del siglo XXI, empresa líder en su sector.
Desde sus inicios, este
megaproyecto relanzó la pobre economía mundial, sumida una vez más
en una gran crisis económica. La cantidad de gente que trabaja en
algo relacionado con esto es inmensa; me atrevería a decir que
millones de personas trabajamos para dar forma a este proyecto tan
ambicioso y también miles de empresas fabricaban algo que
necesitamos.
Esta mañana, vamos a
discutir la plana mayor del proyecto, los términos finales que
debemos llevar a cabo. Aunque sea el jefe del proyecto de los Estados
Unidos, tengo gente ante la que responder, y suelen ser muy
impacientes con estos temas.
El edificio Rasher, sede
del proyecto, fue la vanguardia en cuanto a nivel de seguridad,
apenas necesitamos unos pocos guardias; todo es automático: desde
los escáneres situados en cada puerta de acceso al edificio, tanto
fuera como dentro a lo paralizadores electroestáticos, los cuales si
detectan una amenaza, crean un campo alrededor del sujeto que lo
inmoviliza por completo.
En cuanto a los guardias,
van equipados con armas de última generación. Las antiguas armas de
detonación se quedaron obsoletas hace años, reemplazadas por nuevas
armas, basadas en energía. Armas como el fusil Gauss, que lanza a
través del cañón una bala de wolframio a altísimas velocidades,
convirtiéndola en plasma, o la pistola Shockwave, que concentra
energía, despidiéndola y destrozando aquello que toca; otra proeza
del ser humano.
Resulta obvio que solo el
ejército y personal de seguridad son los únicos que pueden portar y
usar estas armas tan letales, aunque siempre aparece alguna en el
mercado negro. Y aunque está prohibida la posesión de armas de
energía para los civiles, eso no se aplica a las armas
convencionales. Distamos mucho de ser una sociedad perfecta.
—Buenos días doctor
Spencer, la señorita Rousseau le espera en su despacho—me informa
la chica de recepción, muy guapa ella.
—Gracias Michelle. Veo
que hoy llevas los ojos verdes, te sientan muy bien—digo mientras
recojo la carpeta con las actividades del día que ella me tiende.
—Muchas gracias
doctor—dice, sonrosándose, coqueta—. Su invento funciona a las
mil maravillas, da ¡gusto poder elegir que color llevar como quién
elige que ropa ponerse!
Sonrío cortesmente y
subo rápidamente al ascensor, el cual me lleva en un abrir y cerrar
de ojos a la planta donde se encuentra mi despacho, el cual, a decir
verdad, no suelo pisar mucho: soy un hombre de laboratorio, no de
traje y corbata.
Monique Rousseau es la
“gran jefa”, o al menos, muchos la llaman así. Ella es la que
dirige la empresa encargada del proyecto, y para la cual trabajo,
Exodus. Fue creada con el propósito de dar una base consistente al
proyecto de los Estados Unidos, y ha terminado siendo una de las
mayores empresas de naves de nuestra historia. El tema del día
probablemente sea la conclusión de nuestro trabajo conjunto, y mi
consecuente incentivo por ello.
—Buenos días señorita
Rousseau—digo mientras las puertas de cristal se abren
automáticamente a mi paso—. Disculpe el retraso, pero no contaba
con que me estuviese esperando.
—No se preocupe doctor
Spencer, he venido aquí solamente para comunicarle una importante.
—¿Y qué puede ser tan
importante como para que la presidenta de Exodus se presente en mi
despacho? —pregunto con mucha curiosidad.
—Su futuro, doctor
Spencer. Hemos decidido que usted debe liderar la Fénix; como
aconsejó, la nave partirá hacia la Gliese 581, a veinte años luz
de aquí. Su objetivo es el planeta que usted denominó como Novus.
Un escalofrío me recorre
la espalda; pasarme metido en un congelador más de cincuenta años
no es mi plan. De pronto, no tengo palabras, no sé que responder.
—Doctor, entiendo que
le resulte difícil asimilar la idea, pero no piense que se lo estoy
ordenando, más bien se lo pido. Un científico de su nivel es lo que
necesita una colonia tan lejos de nuestro hogar—dice. Me esta
soltando un discurso aprendido de memoria, márketing para los
inversores—. Su ayuda puede hacer prosperar ese planeta, y
enseñarles como deben estructurar una sociedad en base a las pautas
que dio el filósofo James Hughes en su libro “Nuevo planeta, nueva
vida”. Digamos que usted sería el presidente de la nueva nación
que surja—vaya, ahora me soborna. Esto se está poniendo
interesante.
—Me está pidiendo que
me embarque en una misión, en la cual se supone que los
participantes son elegidos por sus genes ¿y a mi me elige a dedo?
—pregunto, estupefacto.
—No le elijo a dedo, le
repito que se lo estoy pidiendo. William, eres nuestro seguro de que
el Proyecto Éxodo salga bien—me asegura, pasando a tutearme—.
¿Quién sabe que personas van a subir a bordo? Desde jóvenes
estudiantes a gente sin hogar, cualquiera puede entrar—añade,
paseándose de un lado a otro, sin parar—. No podemos permitirnos
tirar los cientos de miles de millones que ha invertido el gobierno
de los Estados Unidos en esto—concluye.
El dinero, siempre el
dinero. Rousseau no es más que una burócrata, y a los de su clase
es lo único que les importa.
—¿Y qué pasaría si
me niego? ¿Me obligarían a ello?
—Si es necesario, sí."
Veamos que os parece!!